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Monday, August 25, 2008

Subcomandante Insurgente Marcos - Rebelde Zapatista (Mexico)

El Sub Comandante Marcos simbolo de resistencia y de la lucha por la tierra en Mexico.



Los Principios de la (otra) Política
por Subcomandante Marcos


La Ética, se nos ha dicho, tiene qué ver con principios universales, tales como la libertad, la justicia, la vida. Hay más, pero tan sólo estos tres que enuncié tienen que ver con la aparición del otro. Es decir, con una relación social humana. Parece claro también que estos principios universales han sido desterrados de la práctica política de arriba.

Dice Don Durito de La Lacandona, un escarabajo que optó por el noble oficio de la andante caballería, que los principios son las armas con las que se puede resistir y vencer a quienes han hecho de la maldad su modo de vida.

Ha dicho muchas cosas más este escarabajo irreverente, es cierto, pero ahora quisiera detenerme en esta afirmación y decir lo siguiente:

1. La Globalización Neoliberal produce también un fenómeno de resistencia que, cada vez más y de forma más radical, incorpora a amplios sectores de la población.

2. Esta resistencia no es sólo en los sectores tradicionalmente explotados.
Ahora parecen nuevos “actores” diciendo “no” y con más radicalismo que antes.

Aparecen, por ejemplo, grupos desconcertantes: por un lado, indígenas que hablan lenguas incomprensibles (es decir, inservibles para intercambiar mercancías); por el otro lado, jóvenes desempleados movilizándose en contra del gobierno y exigiendo respeto a su modo; o más allá, homosexuales, lesbianas y transexuales demandando reconocimiento a su diferencia; y, más acá, mujeres que se niegan a repetir los patrones de sumisión, consumo y reproducción.

3. Estos fenómenos de resistencia tienden a buscar comunicación con fenómenos parecidos en otras partes de su realidad inmediata. Iniciativas como La Otra Campaña son lugares de encuentro para quienes que no intercambian mercancías y capitales, sino algo muy peligroso: experiencias, apoyos mutuos, HISTORIAS.

4. La lucha contra la Globalización Neoliberal no es exclusiva de un pensamiento o de una bandera política o de un territorio geográfico, es una cuestión de supervivencia de la raza humana. O la humanidad o el neoliberalismo. Así como en determinados momentos de la historia de la humanidad, multitud de fuerzas resistieron y lucharon contra el mal, ahora son muchas las fuerzas que resisten y luchan contra el neoliberalismo.

Hablo de lo que hemos visto y escuchado no sólo en nuestro moreno corazón, también en nuestro periplo por los rincones del México de Abajo.

Y tenemos la certeza de que no perdimos nosotros, los que abajo somos lo que somos; y de que no ganaron ellos, los que son encima nuestro. La historia de abajo, no la de héroes, líderes y políticos saltimbanquis, la que hacemos hombres y mujeres, tiene aún mucho que andar y mucho falta por rodar a la vieja rueda de la rebelión.

No sólo hay dolores y penas en nuestro horizonte. Hay también colores por descubrir y mundos por hacer.

Y hay que nombrar al otro, a la otra, para que se tiendan los puentes que abajo son túneles y pasadizos en el tiempo de otro calendario y en el mapa de otra geografía.

Busquemos en cualquier rincón del planeta y encontrémonos, de igual a igual, sin arriba ni abajo, sin mando ni obediencia, con las mujeres desafiando al destino de decoración utilitaria; con los jóvenes resistiendo el conformismo y la resignación; con los otros amores que reclaman contra la anormalidad con la que se les cataloga y clasifica; con los obreros y campesinos resistiendo a las 4 ruedas de dientes afilados del capitalismo, y con los indígenas que guardianes son de la tierra, la madre, la vida.

Busquemos el espejo abajo, no para lamentar el dolor que sabemos extendido y hondo, sino para romperlo y para ir al mañana que necesitamos y merecemos.

No nos traicionemos fingiendo sapiencia donde hay cinismo y desgano.

Eliminemos de nuestro vocabulario las palabras “rendición” y “resignación”.

Y levantemos el “nosotros” que ahora está fragmentado, pero que será mañana de la única forma que puede ser, es decir, en colectivo, abajo y a la izquierda.
Lograremos entonces que la manzana de Newton se sume a nuestra rebeldía y no siga su viaje, hasta entonces irresistible, hacia el suelo. Y quede entonces suspendida en el aire hasta que una niña, un niño, la tome del aire y, con cuidado, le saque las semillas para sembrarlas en ese mundo que existe ya porque nos atrevimos a soñarlo, es decir, a luchar por él.

Muchas gracias.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Junio del 2007

(fuente: http://www.elortiba.org/pdf/Marcos_los_principios_de_la_otra_politica.pdf)

Wednesday, August 20, 2008

Eduardo Galeano - Uruguay

La Verdad de la Globalización Capitalista



Entre Venezuela y Nadalandia

Extraño dictador este Hugo Chávez. Masoquista y suicida: creó una Constitución que permite que el pueblo lo eche, y se arriesgó a que eso ocurriera en un referéndum revocatorio que Venezuela ha realizado por primera vez en la historia universal.

No hubo castigo. Y esta resultó ser la octava elección que Chávez ha ganado en cinco años, con una transparencia que ya hubiera querido Bush para un día de fiesta.

Obediente a su propia Constitución, Chávez aceptó el referéndum, promovido por la oposición, y puso su cargo a disposición de la gente: “Decidan ustedes”.

Hasta ahora, los presidentes interrumpían su gestión solamente por defunción, cuartelazo, pueblada o decisión parlamentaria. El referéndum ha inaugurado una forma inédita de democracia directa. Un acontecimiento extraordinario:

Cuántos presidentes, de cualquier país del mundo, se animarían a hacerlo?

Y cuántos seguirían siendo presidentes después de hacerlo?

Este tirano inventado por los grandes medios de comunicación, este temible demonio, acaba de dar una tremenda inyección de vitaminas a la democracia, que en América Latina, y no sólo en América Latina, anda enclenque y precisada de energía.

Un mes antes, Carlos Andrés Pérez, angelito de Dios, demócrata adorado por los grandes medios de comunicación, anunció un golpe de Estado a los cuatro vientos. Lisa y llanamente afirmó que “la vía violenta” era la única posible en Venezuela, y despreció el referéndum “porque no forma parte de la idiosincrasia latinoamericana”. La idiosincrasia latinoamericana, o sea, nuestra preciosa herencia: el pueblo sordomudo.
Hasta hace pocos años, los venezolanos se iban a la playa cuando había elecciones. El voto no era, ni es, obligatorio. Pero el país ha pasado de la apatía total al total entusiasmo. El torrente de electores, colas enormes esperando al sol, a pie firme, durante horas y horas, desbordó todas las estructuras previstas para la votación. El aluvión democrático hizo también dificultosa la aplicación de la prevista tecnología último modelo para evitar los fraudes, en este país donde los muertos tienen la mala costumbre de votar y donde algunos vivos votan varias veces en cada elección, quizá por culpa del mal de Parkinson.

“¡Aquí no hay libertad de expresión!”, claman con absoluta libertad de expresión las pantallas de televisión, las ondas de las radios y las páginas de los diarios.

Chávez no ha cerrado ni una sola de las bocas que cotidianamente escupen insultos y mentiras. Impunemente ocurre la guerra química destinada a envenenar a la opinión pública. El único canal de televisión clausurado en Venezuela, el canal 8, no fue víctima de Chávez sino de quienes usurparon su presidencia, por un par de días, en el fugaz golpe de Estado de abril del año 2002.

Y cuando Chávez volvió de la prisión, y recuperó la presidencia en andas de una inmensa multitud, los grandes medios venezolanos no se enteraron de la novedad. La televisión privada estuvo todo el día pasando películas de Tom y Jerry.

Esa televisión ejemplar mereció el premio que el rey de España otorga al mejor periodismo. El rey recompensó una filmación de esos días turbulentos de abril. La filmación era una estafa. Mostraba a los salvajes chavistas disparando contra una inocente manifestación de opositores desarmados. La manifestación no existía, según se ha demostrado con pruebas irrefutables, pero se ve que este detalle no tenía importancia, porque el premio no fue retirado.

Hasta ayercito nomás, en la Venezuela saudí, paraíso petrolero, el censo reconocía oficialmente un millón y medio de analfabetos, y había cinco millones de venezolanos indocumentados y sin derechos cívicos.

Esos y otros muchos invisibles no están dispuestos a regresar a Nadalandia, que es el país donde habitan los nadies. Ellos han conquistado su país, que tan ajeno era: este referéndum ha probado, una vez más, que allí se quedan.

Tomado de: Página/12, Buenos Aires, miércoles 18 de agosto de 2004.
(fuente: http://www.patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano/escritos/20040818.htm)


Conferencia en Porto Alegre (2001)

ALFREDO SADEL - Tenor Venezolano

Indio Soy

Saturday, August 9, 2008

Monday, August 4, 2008

Arturo Uslar Pietri - Gran Intelectual Venezolano

Sobre la identidad Latino Americana, y su historia.

Parte 1



Parte 2



Parte 3




Los venezolanos y el trabajo

Arturo Uslar Pietri

Sábado, 1 de marzo de 1997

Esta es una introducción un poco solemne que hago y que no corresponde a mi intención. Cuando tuve noticias de que se estaba preparando este ciclo de conferencias, le di mi apoyo más entusiasta, porque considero que se trata de un tema fundamental que está, hoy en día, en el centro mismo de lo que pudiéramos llamar el problema venezolano, y que una reflexión seria, responsable, confiable sobre qué se puede hacer para que en la mente del venezolano medio se restablezca esa relación rota entre la idea de trabajo y la idea de riqueza es de una importancia fundamental.

Culturalmente, el venezolano no ha asociado nunca la idea de riqueza con la idea de trabajo. Este es un aspecto muy importante, digno de ver. Somos los hijos de una herencia cultural y, en el fondo de nosotros, a veces subconsciente o inconscientemente, aparecen esas concepciones casi instintivas que hemos recibido, que hemos mamado, que hemos heredado de un pasado muy remoto.

Los tres grandes actores culturales que formaron, por así decirlo, el sustrato cultural de la Venezuela actual no nos dieron una herencia positiva que asociara la idea de trabajo y la idea de riqueza. Todo lo contrario.

Habría que empezar por evaluar esa herencia cultural. Empecemos por el español del siglo XVI; no valoraba el trabajo, lo despreciaba, el trabajo era servil, el trabajo descalificaba socialmente, no se podía ser hidalgo, condición a la que aspiraban millares de

españoles o que la ostentaban, si se podía probar de alguna manera que se había trabajado alguna vez o que se trabajaba. Para el hombre de condición, para el hombre de respetabilidad social, el trabajo no entraba en las posibilidades, las cuales eran muy sencillas: o la corte, la función pública; o la guerra, la acción armada que permitía a una persona subir socialmente; o la iglesia. Esos eran los caminos que estaban abiertos. El camino del trabajo no existía porque descalificaba socialmente.

Hay dos personajes que la literatura española del siglo XVI ha retratado adnirablemente y que reflejan este conflicto fundamental. Uno es el hidalgo. Don Quijote era la personificación del hidalgo por excelencia, pero como Don Quijote había millares de hombres que vivían en la pobreza, en la mayor estrechez, para mantener sus pretensiones de nobleza, para no descalificarse socialmente, llegando a los mayores sacrificios. En uno de los grandes libros de la literatura española del siglo XVI. El lazarillo de Tormes, que es una obra fundamental para entender nuestro pasado cultural, se pinta el caso del hidalgo que se moría literalmente de hambre, que mandaba a su criado a pedir limosna en las calles porque el no podía trabajar, porque él no debía trabajar, porque si trabajaba se descalificaba socialmente. Había un menosprecio inmenso del trabajo, el trabajo descalificaba, el trabajo era servil, era para los villanos, para los servidores pagados, pero la gente que aspiraba a alguna consideración social no podía trabajar. Eso duró mucho tiempo y eso lo trajeron a América los conquistadores españoles. Los hombres que venían a la conquista de América venían porque no querían trabajar, venían de hacer actos heroicos, a jugarse la vida para no trabajar, para ser señores, venían a América a ser señores y eso estaba en el fondo de la mentalidad de ellos, de modo que el trabajo no entraba en su panorama moral y social.

Eso llegó hasta el final de la colonia. Ya muy adelantado el siglo XVIII, el padre de Don Francisco de Miranda se vio negado y objetado en su aspiración a que se le considerara miembro de la nobleza criolla porque tenía una tienda, trabajaba, y eso lo descalificaba socialmente. Esta es una herencia muy importante que está en el fondo de nuestros genes, el menosprecio al trabajo, y que lo refleja mucho el refranero criollo, el trabajo es para los burros, el hombre inteligente y vivo no necesita trabajar, tiene otras vías y otros caminos.

El otro personaje, junto con el hidalgo, que aparece en la España del siglo XVI es el pícaro. El pícaro también explica nuestra herencia cultural. Así como el hidalgo se dejaba morir de hambre para no trabajar, el pícaro hacía las cosas más audaces, atrevidas e ingeniosas para no trabajar, para vivir al margen de la sociedad haciendo engaños, maniobras y vivezas.

Junto a ellos tenemos a otro actor cultural, el indio. El indígena, en general, estaba en una etapa muy primitiva de evolución y la mayor parte de ellos era cazadora y recolectora, de modo que la idea de trabajo, el concepto europeo de trabajo, no entraba en su mente. El primer gran fracazo que tuvo la colonización española en América, allá en la época de Santo Domingo, fue la imposibilidad de hacer que el indio trabajara. No podía trabajar, no entendía el trabajo. El no trabajaba, él cazaba, pescaba, recolectaba frutas, pero no entendía que existía un horario y que se le pagara por ello. Eso no entraba en su tradición cultural, ni se alimentaba para hacer un trabajo sostenido, ni entendía que eso fuera otra cosa que una arbitrariedad y, por lo tanto, trabajaba mal, se fugaba, se sublevaba, y eso explicó porque tuvo que venir el africano. De modo que por el indígena no nos viene una herencia de trabajo, sino una herencia de vida en la naturaleza que provee lo necesario por la caza y la recolección, que no tienen nada que ver con lo que es propiamente el trabajo.

El otro gran personaje fue el africano. El africano era el esclavo y el trabajo era la obligación de los esclavos, y fueron los esclavos los que hicieron con su trabajo lo que había en este país a fines del siglo XVIII como riqueza. ¿Cómo podía el esclavo asociar la idea de trabajo con la idea de riqueza, si el trabajo era una maldición, era una condición servil de la que había que huir? El trabajo no podía asociarse en él con ninguna idea de riqueza porque él no podía enriquecerse. Lograban tener a veces un pequeño peculio, por favores del amo, pero como actividad lucrativa la esclavitud no lo fue nunca.

Esas tres fuentes culturales están en el fondo de nuestra subconsciencia y explican en gran parte por qué tenemos tan poco aprecio por el trabajo como fuente de riqueza, por qué ni el español, ni el indígena, ni el africano pudieron formarse nunca esa asociación de ideas.

Históricamente, tampoco. La primera gran diferencia que hay entre la colonización de la América del Norte y la colonización española de la América Latina es la razón por la que se hizo la colonización y cómo se hizo la colonización de la América del Norte. La hicieron colonos, grupos de familia, de trabajadores rurales, el hombre, la mujer y el hijo que habían sido granjeros en Inglaterra y que se trasladaban a América a hacer lo mismo, a ser granjeros, a establecer una familia, a iniciar una explotación agrícola en medio de los indígenas. Los españoles no vinieron a ser granjeros, ni lo fueron nunca. Venían a ser conquistadores, venían a lograr un destino señorial en el cual no entraba nunca la idea de que ellos podían venir con su familia a establecerse, a trabajar un pedazo de tierra a labrarlo.

Ese es un hecho muy importante para descubrir muchas de nuestras actitudes tradicionales. Históricamente, Venezuela comienza con los conquistadores , cuando se empieza la aventura de descubrir el territorio venezolano, lo que más tarde vino a ser Venezuela. La primera penetración, la primera exploración de todo el territorio venezolano, duró más de un siglo, y lo que permitió inventariarlo realmente tuvo una sola causa y solo motivo:: la búsqueda de El Dorado. No podía haber asociación más violenta de riqueza con azar, ni divorcio más completo de riqueza con trabajo.

Los Welser y los conquistadores españoles son coetáneos y vinieron a América no a establecer sociedades productivas, no a colonizar, no a establecer familias ni núcleos familiares; vinieron a buscar El Dorado. Eso duró más de un siglo, hasta bien entrado el siglo XVII, y se recorrió todo el terrotorio de Venezuela en las búsqueda de ese fantasma prodigiosos, de la inmensa riqueza, de la más grande riqueza. La búsqueda de El Dorado es la busqueda del tercer imperio, el más grande de todos. La etapa de las Antillas de la conquista española fue siempre un fracaso, no encontraron oro, no encontraron esclavos, los españoles no vinieron a trabajar, de modo que el resultado fue muy negativo. Pero muy pronto encontraron a México, el primer gran imperio, encontraron aquella presencia inmensa de una sociedad madura llena de riqueza y llena de oro, fue un gran descubrimiento para la rapiña. Muy poco después se descubrió el segundo gran imperio, el Perú, que fue igualmente otro hallazgo descomunal, en el que se encontró lo que está simbolizado por aquella escena del cuarto que llenó Atahualpa de oro hasta donde alcanzaba la mano de un soldado extendida. De modo que eso hizo pensar que existía otro gran imperio más rico que México y el Perú y ese tercer imperio debía ser El Dorado. Se le buscó por todas partes, en el territorio del actual Ecuador, en la meseta de Bogotá. Se le buscó intensamente en toda Venezuela, por los llanos y por la selva amazónica. Se le buscó por el Amazonas mismo y terminó en la última y trágica etapa de la aventura de Walter Raleigh, ya entrado el siglo XVII, que vino a buscar El Dorado, que anunciaba que era el más rico imperio del mundo, que haría de la reina de Inglaterra un monarca más rico que el Gran Turco.

De modo que empieza el país con esa visión de El Dorado y, cuando no se le encuentra, lo que surge es una resignación: han fracasado, van a tener que trabajar.

A este propósito quiero recordarles un dato curioso. En el siglo XVI unos conquistadores españoles de la actual Argentina le escribieron una patética carta a Felipe II pintándole las miserias horribles en que estaban y la escazes espantosa en aquella tierra, que es una de las más fértiles y ricas del mundo, y para mostrar el extremo grado de pobreza y de desamparo en que estaban le decían; ìHemos tenido que llegar a trabajar con nuestras manosî -la generación del ideal señorial. De modo que la colonización venezolana del siglo XVIII se hace como la herencia de un fracaso: no se encontró El Dorado y hemos tenido que ponernos a sembrar y poner a trabajar a los esclavos para mantener algún aspecto de vida señorial.

Cuando viene la Independencia surge una nueva actividad en Venezuela que es muy importante de estudiar, que es la guerra. El venezolano no llegó a asociar en la colonia la idea de riqueza y la de trabajo por la sencilla razón de que quienes trabajaban eran los esclavos, quienes no se podían hacer ricos de ninguna manera. En cambio, los señores que sí eran ricos, o que se podían hacer ricos, esos no trabajaban y tenían mucho cuidado de no trabajar porque eso los descalificaba socialmente. Cuando viene la independencia con el siglo XIX y empieza la época de las guerras civiles, la gran aventura ya no fue El Dorado, la gran aventura es la guerra. Entonces se asocia la idea de riqueza con la guerra. El porvenir, la posibilidad de mejorar, consistía en meterse en una montonera, asaltar el pueblo vecino, saquearlo, robarse el ganado, sumarse con otra montonera más adelante, llegar a constituir una fuerza suficiente para aspirar a coger el gran botín, que era el gobierno, apoderarse del Estado y, con esa llave, de la riqueza nacional. Así se asocia el poder político con la riqueza. La manera de hacerse rico era teniendo acceso por medio de las luchas armadas con un rango militar, y eventualmente la Presidencia de la República, que abría la posibilidad de todos los negocios.

Los Presidentes de Venezuela en el siglo XIX, con muy contadas excepciones, llegaron a ser los hombres más ricos del país, José Antonio Páez fue el hombre más rico en su tiempo, los Monagas llegaron a tener una enorme riqueza, Antonio Guzmán Blanco llegó, y alardeaba de ello, a ser uno de los hombres más ricos de América Latina, y esa tradición se perpetuó hasta Juan Vicente Goméz, que llegó a realizar una gigantesca concentración de riqueza.

La guerra y la política sustituyeron la idea de trabajo. Guerra, política y riqueza eran las misma cosa. Esa situación va a perdurar hasta principios de este siglo, cuando se acaba la guerra civil gracias a Juan Vicente Gómez, pero entonces aparece el petróleo. En ese país, que tiene esa mentalidad mágica y azarienta con respecto a la riqueza, el Estado venezolano se hace inmensamente rico, inmensamente dispendioso, inmensamente codicioso de dinero y abre todas las puertas posibles para el enriquecimiento individual. Así se formó un triángulo muy peligroso, una combinación ilícita del poder político al poder económico y la fuerza del Estado. Esa situación trajo como consecuencia inevitable una invitación a la corrupción, que venía del siglo XIX, porque la política venezolana fue inmensamente corrupta, la política de los caudillos fue muy corrupta, pero era modesta porque el país era pobre, pero cuando se destapó esa inmensa riqueza sobre este pequeño país, particularmente a partir de 1973 -no lo escojo por coincidencia con algún Presidente de la República sino porque es el año en que se disparan los precios del petróleo, en diez años escasos ingresaron 250 mil millones de dólares al Estado venezolano. Piensen ustedes que Venezuela fue siempre un país pobre. El más grande presupuesto que tuvo Guzmán Blanco para Venezuela entera fue de 28 millones de bolívares anuales, el más grande presupuesto que hubo en el siglo XIX fue de 45 millones de bolívares, lo tuvo Joaquín Crespo. La primera vez que un presupuesto nacional llegó a los 100 millones de bolívares fue ya en los años finales de Goméz, y de repente, sobre ese país tan atrasado, tan pobre, llueven en esos diez años, solamente por el petróleo, 250 mil millones de dólares. Nos volvimos locos, se volvió loco el Estado, se volvieron locos los políticos, se creó un inmenso aparato estatal, monstruoso, inconexo, caótico, que encontró la manera de tragarse todo ese dinero, dispersarlo y endeudarnos encima, y desembocar, finalmente, en esta inmensa crisis en que el país está actualmente.

Todo eso forma lo que pudiéramos llamar el telón de fondo para plantear el problema del venezolano y la asociación que el venezolano puede hacer de la riqueza con el trabajo.

No hay que olvidar la avasalladora presencia del juego. Junto con la guerra en el siglo XIX y el petróleo en el actual, hay que añadir el inmenso papel del juego. Habría que hacer un estudio muy serio del juego en Venezuela. Después de la economía petrolera, la actividad económica más importante en Venezuela la constituye el juego. En este momento, entre juegos legales e ilegales, con el patrocinio, con el aplauso, con la ayuda, con la protección del Estado, se deben estar jugando más de tres mil millones de dólares anuales. Una parte de esto es juego legal y otra parte es juego clandestino, que se vuelve de igual forma en una fuente inmensa de corrupción, de ilegalidad, de mentalidad al margen de la ley y de enriquecimiento ilícito. El Estado venezolano no hace nada para contener eso, lo ayuda, lo estimula, ahora vamos a abrir casinos porque parece que con lo que tenemos no es suficiente. Alguien hablaba el otro día que, posiblemente, en este momento en loterías solamente, entre legales, que son las menores, y clandestinas, que son las mayores, toleradas por el Estado con una red de corrupción inmensa, se deben estar jugando cerca de 200 mil millones de bolívares al año.

Todo eso configura el cuadro que establece la relación que tiene el venezolano entre el trabajo y la riqueza. Cambiar esta mentalidad no es fácil, requiere un esfuerzo gigantesco, una acción política, una acción policial, una rectificación a fondo de prácticas y tolerancias que hemos tenido hasta ahora, una lucha frontal contra el juego, un estímulo real al trabajo, ponerle un tope de alguna forma a la corrupción creciente que han traído el petróleo y el juego en Venezuela. Todo eso es lo que está planteado y por eso considero que esta serie de conferencias viene en un momento muy oportuno. Yo le decía al doctor Machado que sería una lástima que esto se quedara en este salón, donde hay gente muy distinguida, desde luego, pero que lo importante era que lo que aquí se iba a decir, que lo que aquí se iba a presentar, llegara a todo el pueblo, provocara una reacción, sacudiera la conciencia venezolana y provocara una rectificación a fondo de todas esas prácticas que nos han llevado, por muchos caminos, a esta situación en que estamos.

Aplaudo muy sinceramente y sumo todo mi esfuerzo a ese gran proyecto, cuyo alcance es inmenso porque significa, simple y llanamente, cambiar la mentalidad del venezolano... Nada más y nada menos.

(Fuente: http://www.analitica.com/va/documentos/archivo/5997373.asp)